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El futuro de la competitividad del sector financiero en la UE

Autores del informe: Judith Arnal, senior fellow en CEPS; Pablo Zalba, socio responsable de Regulación & Public Policy en Deloitte España y César Gurrea, socio de Riesgos en Deloitte España.

  • La competitividad del sector financiero en la UE es determinante para reducir la brecha de productividad con otras economías avanzadas.
  • El marco regulatorio europeo prioriza la estabilidad, pero aún no integra la competitividad como objetivo regulatorio operativo.
  • El informe propone un marco de medición de la competitividad financiera con 28 indicadores estructurados en cuatro dimensiones: financiación, rentabilidad, resiliencia y digitalización.
  • El análisis plantea una hoja de ruta en torno a cuatro prioridades estratégicas para Europa: movilizar inversión productiva, mejorar eficiencia bancaria, profundizar mercados de capitales y acelerar innovación digital.
  • Competitividad y estabilidad deben coexistir para construir un sistema financiero europeo sólido, eficiente y capaz de financiar el crecimiento económico sostenible.
Embedding Financial Competitiveness as a Regulatory Objective to Boost Europe’s Productivity

¡Descarga el informe completo!

La competitividad del sector financiero en la UE se ha convertido en un factor estratégico para cerrar la brecha de productividad que separa a la Unión Europea de otras economías avanzadas. Aunque la regulación europea ha logrado garantizar estabilidad y protección al consumidor, el sistema financiero europeo sigue mostrando limitaciones estructurales que reducen su capacidad para movilizar capital hacia la economía real, impulsar la innovación o financiar las transiciones digital y verde.

En este contexto, el informe Embedding Financial Competitiveness as a Regulatory Objective to Boost Europe’s Productivity, elaborado por Deloitte y el Centre for European Policy Studies (CEPS), analiza cómo integrar la competitividad como objetivo regulatorio en la UE para impulsar la productividad, el crecimiento económico y la autonomía estratégica del continente. El estudio parte de una premisa clara: estabilidad y competitividad no son objetivos contrapuestos, sino condiciones complementarias para un sistema financiero eficiente y resiliente.

Competitividad financiera: una cuestión estratégica para Europa

El debate sobre el futuro de la competitividad europea se ha intensificado a raíz del informe presentado en 2024 por Mario Draghi, que alerta de que la UE podría no alcanzar su potencial económico si no se adoptan reformas estructurales. Una de las cuestiones clave que plantea es si el actual marco prudencial —especialmente ante la próxima implementación de Basilea III— es compatible con la necesidad de contar con un sistema bancario fuerte y competitivo a nivel internacional.

Este diagnóstico ha sido respaldado por distintos gobiernos europeos y autoridades económicas. Países como Francia, Alemania e Italia han reclamado fortalecer la competitividad financiera como prioridad europea. A ello se suma la advertencia lanzada en 2025 por los principales bancos centrales de la zona euro, que pidieron revisar la complejidad normativa acumulada para evitar que el exceso regulatorio limite la productividad y eficiencia del sistema financiero.

La Comisión Europea ha respondido a estas señales adelantando a 2026 la publicación de su informe integral sobre el sector bancario europeo, inicialmente prevista para 2028. El motivo es claro: el sistema financiero europeo no solo debe ser estable, sino también un motor de crecimiento y productividad para la economía real.

Brechas que frenan la competitividad financiera en la UE

Pese a contar con uno de los marcos regulatorios más sólidos del mundo y un sistema bancario capitalizado, Europa arrastra debilidades estructurales que limitan su capacidad competitiva frente a otras grandes economías.

La UE invierte diez veces menos en capital riesgo que Estados Unidos, lo que limita el crecimiento de empresas innovadoras, particularmente en sectores tecnológicos y estratégicos. Esta brecha supone una desventaja competitiva frente a economías donde el capital privado tiene un mayor papel en el impulso de la innovación.

Los bancos europeos presentan ratios de costes sobre ingresos superiores al 60%, lo que refleja una estructura operativa menos eficiente que la de otras economías avanzadas. Esta situación está vinculada a la fragmentación del mercado financiero europeo y a la complejidad del entorno regulatorio, lo que incrementa costes y dificulta economías de escala.

El sistema financiero europeo depende más del crédito bancario que de los mercados de capitales, debido a que estos siguen siendo más pequeños y fragmentados que en otras jurisdicciones. Esta estructura limita el acceso a financiación alternativa, especialmente para empresas en crecimiento.

El grado de adopción digital en servicios financieros varía de forma considerable dentro de la UE. Mientras algunos países nórdicos superan el 90 % de usuarios de banca digital, en otros Estados miembros esa cifra no llega al 35 %, lo que refleja una falta de homogeneidad en infraestructuras y servicios financieros. Esta disparidad reduce las posibilidades de crear escala operativa y debilita la competitividad europea en innovación financiera.

Por qué es necesario evolucionar el marco regulatorio europeo

En la última década, la UE ha reforzado la estabilidad financiera a través de un marco normativo sólido. Pero el informe advierte que, sin incentivar también la competitividad, el sistema corre el riesgo de quedar rezagado en eficiencia e innovación.

El análisis revela que el actual marco regulatorio prioriza la prudencia y la protección del consumidor, pero no incorpora incentivos para la eficiencia y la competitividad. La consecuencia es clara: un sistema financiero más seguro, pero menos dinámico, menos innovador y con menor capacidad para canalizar capital hacia sectores estratégicos.

El reto no consiste en desregular, sino en evolucionar hacia un modelo que incorpore la competitividad financiera como objetivo complementario a la estabilidad. Otros países ya lo han hecho. Reino Unido, Singapur, India o Chile han integrado objetivos explícitos de desarrollo de mercado y competitividad en sus mandatos regulatorios, sin renunciar a la estabilidad.

Integrar la competitividad como objetivo regulatorio: una hoja de ruta para Europa

El informe propone que la competitividad financiera se incorpore como objetivo secundario en los mandatos de las autoridades europeas responsables de la regulación y supervisión del sistema financiero (BCE, EBA, ESMA y EIOPA). Este cambio permitiría evaluar el impacto competitivo de cada norma y garantizar que las decisiones regulatorias no limiten la eficiencia del sector ni su capacidad para apoyar el crecimiento económico.

Integrar la competitividad en la regulación no supone relajar los requisitos prudenciales ni reducir las garantías para los usuarios financieros, sino complementar la solidez del sistema con eficiencia y capacidad de financiación. Para ello, el informe plantea avanzar en tres líneas de actuación prioritarias:

  • Simplificar y armonizar el marco normativo, reduciendo la complejidad regulatoria acumulada y evitando que los costes administrativos limiten la eficiencia del sistema financiero.
  • Eliminar barreras a la financiación transfronteriza y avanzar en la integración del mercado financiero europeo mediante la aceleración de la Unión de Mercados de Capitales.
  • Incorporar la competitividad en la supervisión financiera mediante indicadores de eficiencia e innovación que permitan evaluar el impacto económico de las normas y modernizar su aplicación.

Además, el informe subraya la necesidad de reforzar la capacidad del sistema financiero para canalizar recursos hacia proyectos estratégicos vinculados a la transición digital y verde, sectores considerados esenciales para el futuro económico de Europa.

Un marco para medir la competitividad financiera

Para que la competitividad financiera pueda incorporarse realmente como un objetivo regulatorio, es necesario contar con un marco que permita medir su evolución de forma objetiva y comparable. Para ello, el informe propone una metodología basada en 28 indicadores, diseñada para evaluar el rendimiento del sistema financiero europeo frente a otras economías avanzadas como Estados Unidos, Reino Unido o Canadá.

Estos indicadores se agrupan en cuatro dimensiones clave:

  • Financiación de la economía real, que mide la capacidad del sistema financiero para movilizar capital hacia empresas y proyectos productivos.
  • Rentabilidad y eficiencia, que evalúa productividad operativa y sostenibilidad financiera.
  • Resiliencia, que mantiene la estabilidad como requisito imprescindible.
  • Digitalización y participación de mercado, que analiza el grado de avance tecnológico y la competitividad internacional.

Este enfoque permite estructurar decisiones regulatorias basadas en datos y garantizar un seguimiento sistemático del impacto de las reformas.

De la medición a la acción: prioridades estratégicas para Europa

El informe subraya que el reto ya no está únicamente en identificar las brechas existentes, sino en activar reformas estructurales que permitan avanzar hacia un sistema financiero europeo más competitivo. Para ello, señala cuatro líneas de actuación prioritarias:

  1. Movilizar capital hacia el crecimiento, canalizando ahorro privado hacia inversión productiva y fortaleciendo el mercado europeo de capital riesgo.
  2. Aumentar la eficiencia del sector bancario, impulsando la integración de mercados y la transformación digital.
  3. Profundizar los mercados de capitales para reducir la dependencia del crédito bancario e impulsar la Unión de Mercados de Capitales.
  4. Impulsar la transformación digital del sector financiero, con infraestructuras comunes e interoperables que permitan operar a escala europea.

Competitividad y estabilidad: un equilibrio necesario para el futuro financiero de la UE

El avance de la competitividad del sector financiero en la UE debe abordarse desde una visión estratégica que refuerce el equilibrio entre estabilidad, eficiencia y capacidad de financiación. La estabilidad seguirá siendo una prioridad del sistema financiero europeo, pero sin competitividad no será posible financiar el crecimiento, apoyar la innovación ni sostener la autonomía estratégica del continente.

Europa dispone de bases sólidas para dar este paso: regulación avanzada, capital humano cualificado e instituciones robustas. Ahora necesita incorporar la competitividad como motor estructural para transformar su sistema financiero en una verdadera palanca de productividad y desarrollo económico.

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