Autores del informe: Judith Arnal, senior fellow en CEPS; Pablo Zalba, socio responsable de Regulación & Public Policy en Deloitte España y César Gurrea, socio de Riesgos en Deloitte España.
¡Descarga el informe completo!
La competitividad del sector financiero en la UE se ha convertido en un factor estratégico para cerrar la brecha de productividad que separa a la Unión Europea de otras economías avanzadas. Aunque la regulación europea ha logrado garantizar estabilidad y protección al consumidor, el sistema financiero europeo sigue mostrando limitaciones estructurales que reducen su capacidad para movilizar capital hacia la economía real, impulsar la innovación o financiar las transiciones digital y verde.
En este contexto, el informe Embedding Financial Competitiveness as a Regulatory Objective to Boost Europe’s Productivity, elaborado por Deloitte y el Centre for European Policy Studies (CEPS), analiza cómo integrar la competitividad como objetivo regulatorio en la UE para impulsar la productividad, el crecimiento económico y la autonomía estratégica del continente. El estudio parte de una premisa clara: estabilidad y competitividad no son objetivos contrapuestos, sino condiciones complementarias para un sistema financiero eficiente y resiliente.
El debate sobre el futuro de la competitividad europea se ha intensificado a raíz del informe presentado en 2024 por Mario Draghi, que alerta de que la UE podría no alcanzar su potencial económico si no se adoptan reformas estructurales. Una de las cuestiones clave que plantea es si el actual marco prudencial —especialmente ante la próxima implementación de Basilea III— es compatible con la necesidad de contar con un sistema bancario fuerte y competitivo a nivel internacional.
Este diagnóstico ha sido respaldado por distintos gobiernos europeos y autoridades económicas. Países como Francia, Alemania e Italia han reclamado fortalecer la competitividad financiera como prioridad europea. A ello se suma la advertencia lanzada en 2025 por los principales bancos centrales de la zona euro, que pidieron revisar la complejidad normativa acumulada para evitar que el exceso regulatorio limite la productividad y eficiencia del sistema financiero.
La Comisión Europea ha respondido a estas señales adelantando a 2026 la publicación de su informe integral sobre el sector bancario europeo, inicialmente prevista para 2028. El motivo es claro: el sistema financiero europeo no solo debe ser estable, sino también un motor de crecimiento y productividad para la economía real.
Pese a contar con uno de los marcos regulatorios más sólidos del mundo y un sistema bancario capitalizado, Europa arrastra debilidades estructurales que limitan su capacidad competitiva frente a otras grandes economías.
En la última década, la UE ha reforzado la estabilidad financiera a través de un marco normativo sólido. Pero el informe advierte que, sin incentivar también la competitividad, el sistema corre el riesgo de quedar rezagado en eficiencia e innovación.
El análisis revela que el actual marco regulatorio prioriza la prudencia y la protección del consumidor, pero no incorpora incentivos para la eficiencia y la competitividad. La consecuencia es clara: un sistema financiero más seguro, pero menos dinámico, menos innovador y con menor capacidad para canalizar capital hacia sectores estratégicos.
El reto no consiste en desregular, sino en evolucionar hacia un modelo que incorpore la competitividad financiera como objetivo complementario a la estabilidad. Otros países ya lo han hecho. Reino Unido, Singapur, India o Chile han integrado objetivos explícitos de desarrollo de mercado y competitividad en sus mandatos regulatorios, sin renunciar a la estabilidad.
El informe propone que la competitividad financiera se incorpore como objetivo secundario en los mandatos de las autoridades europeas responsables de la regulación y supervisión del sistema financiero (BCE, EBA, ESMA y EIOPA). Este cambio permitiría evaluar el impacto competitivo de cada norma y garantizar que las decisiones regulatorias no limiten la eficiencia del sector ni su capacidad para apoyar el crecimiento económico.
Integrar la competitividad en la regulación no supone relajar los requisitos prudenciales ni reducir las garantías para los usuarios financieros, sino complementar la solidez del sistema con eficiencia y capacidad de financiación. Para ello, el informe plantea avanzar en tres líneas de actuación prioritarias:
Además, el informe subraya la necesidad de reforzar la capacidad del sistema financiero para canalizar recursos hacia proyectos estratégicos vinculados a la transición digital y verde, sectores considerados esenciales para el futuro económico de Europa.
Para que la competitividad financiera pueda incorporarse realmente como un objetivo regulatorio, es necesario contar con un marco que permita medir su evolución de forma objetiva y comparable. Para ello, el informe propone una metodología basada en 28 indicadores, diseñada para evaluar el rendimiento del sistema financiero europeo frente a otras economías avanzadas como Estados Unidos, Reino Unido o Canadá.
Estos indicadores se agrupan en cuatro dimensiones clave:
Este enfoque permite estructurar decisiones regulatorias basadas en datos y garantizar un seguimiento sistemático del impacto de las reformas.
El informe subraya que el reto ya no está únicamente en identificar las brechas existentes, sino en activar reformas estructurales que permitan avanzar hacia un sistema financiero europeo más competitivo. Para ello, señala cuatro líneas de actuación prioritarias:
El avance de la competitividad del sector financiero en la UE debe abordarse desde una visión estratégica que refuerce el equilibrio entre estabilidad, eficiencia y capacidad de financiación. La estabilidad seguirá siendo una prioridad del sistema financiero europeo, pero sin competitividad no será posible financiar el crecimiento, apoyar la innovación ni sostener la autonomía estratégica del continente.
Europa dispone de bases sólidas para dar este paso: regulación avanzada, capital humano cualificado e instituciones robustas. Ahora necesita incorporar la competitividad como motor estructural para transformar su sistema financiero en una verdadera palanca de productividad y desarrollo económico.