Es probable que las compañías se encuentren más familiarizadas con el concepto de crisis dentro del ámbito de la continuidad de negocio. Es decir, con ese concepto de crisis al que la propia ISO22301 define como: “una situación con un alto nivel de incertidumbre que afecta las actividades básicas y/o la credibilidad de la organización y requiere medidas urgentes”.
Las crisis a las que hacemos referencia en este artículo están generadas por todos aquellos eventos inesperados e/o inevitables de carácter catastrófico que pueden afectar a los activos críticos, la estructura financiera, las personas e incluso la reputación, poniendo en peligro la propia supervivencia de la compañía, y que, siendo verdaderas, no siempre suponen la activación de un plan de continuidad de negocio.
Las crisis no siempre implican interrupción de la actividad empresarial o amenazas directas a la vida, a la propiedad o a los activos, pero sin embargo, casi siempre suponen un peligro para la reputación de una organización y su marca, incluso si es sólo a través de la necesidad de demostrar una fortaleza y liderazgo efectivo.
El fenómeno de la globalización ha supuesto que grandes corporaciones multinacionales actúen a escala planetaria, multiplicando su poder, pero al mismo tiempo su vulnerabilidad. Pensemos además en la vulnerabilidad producida como consecuencia de la utilización de las redes sociales, donde la velocidad con la que las noticias y comentarios se propagan, así como el número destinatarios que de esta manera aumentan exponencialmente.
Lo que confirma que las crisis se producen en entornos cada vez más complejos y donde predomina la incertidumbre, es por ello que la gestión de las mismas requiere a su vez mayor complejidad, conocimiento y especialización.
Señalar que la complejidad de las propias organizaciones crece, lo que hace que la probabilidad de enfrentarse a situaciones complicadas, difícilmente predecibles e inestables aumenta. Y con ello la necesidad de que las empresas cuenten con un plan de gestión de crisis que permita resolverlas.
Las crisis, además de por los múltiples factores que pueden ocasionarlas, se hacen más complejas por la incertidumbre que les es propia, es decir, en ocasiones no sólo es difícil, sino que es imposible preverlas, e incluso de haberse previsto son inevitables. En un sentido generalista una crisis es todos evento que pueda poner en peligro los activos críticos, financieros, humanos, la reputación e incluso la propia continuidad y supervivencia de la compañía.
A modo de conclusión, podemos afirmar que las crisis se caracterizan, por tanto, en su carácter inesperado, es decir, son repentinas y limitan la capacidad de reacción. Además, son imprevisibles y de importancia para todos los grupos de interés de la compañía: accionistas, proveedores, clientes, consumidores. Suponen y exigen la toma de decisiones aún sin contar con toda la información necesaria, y además en un entorno de gran exposición mediática.
¿Qué significa resiliencia?
Un concepto interesante a introducir en el ámbito de la gestión de crisis es el de resiliencia, es decir, la capacidad de que la compañía tiene de afrontar y recuperarse ante una crisis sufrida adaptándose al nuevo entorno.
Esto supone nuevamente un valor añadido y un aspecto altamente reconocido por los grupos de interés, que compensarán positivamente a esas empresas en las que reconocen este valor o capacidad.
La resiliencia no es sólo cuestión de resistir o de sobrevivir sino de salir fortalecido, de aprovechar positivamente el evento adverso. En este sentido una crisis se puede convertir en una ventaja imprevista. Permite sacar a relucir potencialidades y fortalezas en la misma compañía que de no haberse producido el siniestro no se habrían considerado. Pueden generar mayor creatividad e innovación.
Aunque parezca obvio, en el mundo empresarial altamente competitivo e inestable, las compañías se enfrentan constantemente a multitud de retos visibles y oportunidades invisibles. La Resiliencia obliga a desarrollar recursos para afrontar la incertidumbre que ocasiona la crisis. Estos recursos no son más que el potencial convertido en talento. Es el conjunto de atributos y habilidades innatas que poseemos y que no habíamos tenido necesidad de utilizar y/o desarrollar.
Tipología de crisis.
Son muchos los tipos de eventos o peligros que pueden afectar a una compañía y generar una crisis. Desde robos de identidad o bases de datos de clientes, a fraudes internos o externos perpetrados contra o hacia la propia compañía, pasando por rupturas en la cadena de suministro, retiradas de productos, catástrofes naturales, fallos técnicos… son multitud los peligros potenciales a los que se enfrenta una compañía.
Poder clasificar la crisis ante a la que nos encontramos, dentro de una u otra tipología nos va a permitir tratarla y gestionarla de manera individualizada y acorde a la misma. Es decir, la identificación de diferentes tipos y categorías supone una herramienta muy útil que evita la generalización, y la simplificación. Nos permite identificar los límites y poder relacionarla con los medios más adecuados para su gestión, y será determinante para establecer y definir los programas de actuación.
A la hora de hacer una clasificación de las tipologías de crisis nos encontramos con muchas y diferentes clasificaciones de las mismas, según el concepto en que nos fijemos para identificarlas: en las características, causas, naturaleza, intensidad, efectos... e incluso se puede hacer una combinación de ellos para extraer una clasificación u otra.
Según la naturaleza de los acontecimientos que la provocan nos encontramos con la clasificación hecha por el profesor Piñuel y Westphalen:
· Objetivas: a esta categoría pertenecen las crisis provocadas por un acontecimiento de carácter objetivo, como un atentado, una guerra, un cambio político, huelga, despidos, quiebra, etc.
· Subjetivas: aquéllas que son motivadas por acontecimientos subjetivos: un rumor, un enfrentamiento con la competencia, declaraciones polémicas de un directivo o empleado, consumidor, etc.
· Técnicas: el acontecimiento que la provoca es de carácter técnico, como por ejemplo un fallo en el mantenimiento, un accidente químico, etc.
· Políticas: aquéllas que derivan entre otras de un estado de opinión, como un conflicto social o una decisión política.
· Endógenas: la principal causa es interna, son los casos de conflictos internos mal
resueltos o no resueltos que trascienden y se convierten en crisis de reputación. Estas crisis afectan en primer lugar a la estructura interna y amenazan con transcender los límites de la organización.
· Exógenas, aquellas producidas por causas externas, como las ocasionadas por quiebra
bursátil generalizada en el caso de empresas cotizadas en bolsa, caída de precios relativos, cambios en las reglas de juego políticas, económicas o legales. En este caso, la crisis afecta a la imagen de la empresa en primer lugar para pasar a extenderse después al interior de la compañía.
· Ordinarias, se trata de crisis corrientes que se pueden dar en cualquier momento dentro o fuera de la empresa y que tienen que ver con rumores, conflictos, problemas laborales o bien porque externamente se genera un desgaste en la relación con terceros, proveedores, clientes.
· Extraordinarias: Pueden producirse dentro o fuera de la empresa pero el tiempo de reacción es escaso. Hace referencia a conflictos generalizados, huelgas, accidente en planta, cambios en el sistema arancelario, regulación, desregulación, etc.
En relación a las causas que la producen y teniendo en cuenta la organización como espacio, podemos seguir la clasificación del Institute for Crisis Management y se distinguen entre:
· Operativas, aquellas producidas por fenómenos naturales, adulteraciones, accidentes, etc.
· De gestión, se identifican con las producidas por conflictos laborales, discriminación, juicios, etc.
Combinando todos estos elementos podemos seguir la clasificación de crisis estructurada en una matriz de dos ejes, en la que el eje horizontal tiene en cuenta la naturaleza exógena de la crisis y el eje vertical el carácter técnico/económico/humano de la misma. Esta matriz ha sido diseñada por Mitroff y colaboradores, 1988.