A menudo surge el debate alrededor de estos términos. Las preguntas habituales que surgen son variadas. ¿Es Design Thinking una metodología ágil? ¿Es Lean Startup una versión reducida de Scrum? ¿Son conceptos o metodologías? ¿Son complementarios u opuestos?
Vamos a intentar explicar qué es cada uno de ellos y trataremos de ahondar en si son compatibles o deben de usarse de manera aislada para resolver situaciones concretas.
Creo que hemos publicado varios artículos relativos a Agile como filosofía u orientación organizacional. Muchos de ellos describen dicha cultura y si queréis profundizar en la misma seguro que os son de ayuda.
Agile es una forma de trabajo, una manera de hacer las cosas, de enfrentar situaciones complejas. Su base es un proceso iterativo, empírico y que persigue una entrega incremental de producto. Su uso, aunque últimamente está expandiendo su terreno de juego, está centrado en el mundo de desarrollo de productos de software.
El foco claro de esta cultura está centrado en la entrega de aquellas funcionalidades del producto que otorguen el mayor valor de negocio.
Agile se focaliza en algo tangible, entregando producto en cada iteración. Como bien indica el Manifiesto Ágil, el “Software funcionando es la única medida de progreso”.
Lean Startup en cambio es una metodología focalizada en el desarrollo de empresas y productos, que busca un acortamiento de los ciclos de desarrollo con objetivo de descubrir tempranamente si el producto y/o el modelo de negocio son viables.
Esto se logra principalmente mediante la adopción de un ciclo rápido de construcción de un MVP (Minimun Viable Product), testando el mismo, obteniendo información relativa a ese proceso de prueba y validando el aprendizaje, para aplicar todo esto a un siguiente ciclo. Así hasta validar la hipótesis o descartarla.
Se dice que el 90% de los intentos iniciales de crear un producto o una compañía fallan (Forbes) y la razón número uno es el fracaso del mercado: "Se hacen productos que nadie quiere". (Fortune).
Esta metodología fundamentalmente está orientada a startups o emprendimiento intra-organización.
Su nacimiento en los años 90 y el movimiento emergente de Sillicon Valley tiene al igual que Agile una base fundacional en el sistema de producción de Toyota, Lean Manufacturing.
La gran diferencia entre Lean Manufacturing y su discípulo Lean Startup, es que el primero se centra en construir de la manera más eficiente posible sin decir qué construir, mientras que el segundo trata de confirmar de manera temprana la hipótesis de que lo que se quiere construir es viable, tanto desde el punto de vista del producto como del modelo de negocio que lo rodea.
Citando a Eric Ries, creador de Lean Startup: “El inicio de la fabricación Lean proporciona un enfoque científico para crear y gestionar los inicios y hacer llegar un producto deseado a las manos de los clientes más rápidamente. El método Lean Startup enseña cómo dirigir una startup -cómo dirigir, cuándo girar y cuándo perseverar- y trata de hacer crecer un negocio con la máxima aceleración".
Esta metodología se basa en un proceso iterativo en el que prosperamos para entender los llamados puntos de dolor del usuario, desafiar las suposiciones, redefinir los problemas, de manera que seamos capaces de crear nuevas estrategias y soluciones.
En oposición al Brainstorming, Design Thinking promueve la llamada "Lluvia de dolor", con el fin de comprender plenamente dónde se encuentran esos puntos de dolor del usuario.
Las fases habituales del pensamiento de diseño son las siguientes:
· Empatizar con los usuarios
· Definir las necesidades de sus usuarios, sus problema y sus percepciones
· Idear desafiando los supuestos y creando ideas para soluciones innovadoras
· Prototipar para empezar a crear soluciones
· Probar esas soluciones
· Iterar
En definitiva, Design Thinking es un enfoque centrado en el proceso creativo y de innovación, que toma como pieza central al usuario y se nutre de un conjunto de herramientas para detectar y solventar aquellos puntos que el propio usuario detecta como de conflicto. Tiene en cuenta las necesidades del usuario, las herramientas tecnológicas que están al alcance y cuáles son los requisitos que nos acercan al éxito del producto.
Ciertamente existen solapes entre las aproximaciones Agile, Lean Startup y Design Thinking, pero es posible combinarlas, ya que atacan momentos y objetivos diferentes del proceso empresarial y de creación de productos.
Sumadas aportamos visión empresarial de negocio y viabilidad, combinadas con una clara orientación al cliente, bañadas en una cultura ágil que nos permita iterar rápidamente focalizados en una construcción concreta de producto.
En Internet es muy popular el siguiente gráfico que combina las tres aproximaciones metodológicas con bastante acierto.
Como se puede ver en el gráfico, usamos Design Thinking para enfatizar, definir e idear. Una vez las ideas están concretadas, empleamos Lean Startup para convertir esas ideas en modelos de negocio que soporten productos y, finalmente, combinado con agile, construimos hasta validar y una vez validado continuamos con el desarrollo final de producto en modelo agile, usando la metodología ágil que más encaje con el producto a construir.
Si nos creemos el indicador de que el 90% de las startups fallan porque se centran en generar productos que nadie quiere, el empleo de estas metodologías combinadas, nos pueden ayudar a reducir este riesgo de fallo, así como a detectarlo tempranamente.
Las tres ponen en el centro al usuario, usan la información que obtienen directamente de él para idear, validar y ciclar adecuadamente. Toda esta información nos debe de ayudar a construir productos con una mayor aceptación y satisfacción por parte de los clientes y, por lo tanto, a minimizar el riesgo de fallo.
Definitivamente estas nuevas formas de trabajo confrontan directamente con las viejas tradiciones de planificar en papel, anticipadamente sin conocer adecuadamente el entorno y los detalles del proyecto, basado en suposiciones sin validar y combinado con una lista de especificaciones ya decididas, que nadie se ha tomado la molestia de confirmar con los clientes si son realmente de utilidad.
Esto, más aún hoy en día, es un gran riesgo, que podemos minimizar usando uno o varios de estos enfoques metodológicos que como hemos visto e intuir, nos pueden servir de gran ayuda, ya sea por sí mismos, de manera individual, o combinados.