La mejora en las condiciones de financiación de los proyectos sostenibles pueden pueden impulsar la innovación y la transición hacia una energía verde, ahorrando 50 billones de dólares estadounidenses en el proceso de descarbonización mundial.
El primer capítulo de esta serie aborda por qué el coste de capital es más alto en los proyectos verdes y explica también los riesgos asociados a los mismo, reduciendo de esta forma su atractivo para los inversores. Por otro lado, también señala que actuar ahora podría ahorrar 50 billones de dólares estadounidenses hasta 2050, reduciendo la inversión anual necesaria en la transición energética en más del 25%.
En este informe detallamos cómo reducir los costes y riesgos de financiación para proyectos verdes, permitiendo el flujo de capital privado y fomentando un entorno financiero dinámico. Esto es crucial para acelerar la inversión en tecnologías de energía renovable y promover una transición energética equitativa y asequible, especialmente en economías en desarrollo.
Las soluciones clave para la descarbonización —incluyendo el desarrollo a gran escala de energías renovables, la electrificación de usos finales, el uso de hidrógeno verde en sectores difíciles de descarbonizar y las mejoras en la eficiencia energética— requieren una gran inversión. Sin embargo, los niveles de financiación actuales están muy por debajo de lo necesario para ayudar a alcanzar los objetivos de cero emisiones netas para 2050.
La financiación climática puede impulsar y potenciar una transición energética justa, pero la carrera para lograr emisiones netas cero de gases de efecto invernadero para 2050 probablemente requerirá una inversión global anual en el sector energético que oscilará entre los 5 billones y 7 billones de dólares estadounidenses, mientras que actualmente se invierten menos de 2 billones de dólares al año.
Este análisis de Deloitte va más allá de las finanzas, pretende proporcionar una visión holística, empleando análisis y modelos económico y financieros, atendiendo al panorama tecnológico actual, al entorno político y aportando una visión matricial de los desafíos de financiación. En definitiva, identificando y detallando lo que se necesita para permitir que el capital fluya, cómo las finanzas pueden impulsar la innovación y potenciar una transición energética justa.
Las estructuras de financiación pueden incrementar los costes de las inversiones verdes debido a los riesgos derivados de barreras políticas, de mercado y de transformación específicas de cada geografía y proyecto. Las economías en desarrollo, que deberían recibir una parte significativa de las inversiones (70%), a menudo enfrentan mayores riesgos de inversión. Los proyectos en estas áreas tienden a ser menos bancables, es decir, sus perfiles de riesgo-retorno probablemente no cumplen con los criterios de los inversores para movilizar suficiente capital, lo que aumenta los costes y reduce el capital disponible.
Para que la transición sea más fluida, el ecosistema de financiación de proyectos debería agregar a los inversores y prestamistas que, a su vez, tendrían que incorporar la descarbonización en sus estrategias y adaptar sus métodos de evaluación financiera. Este punto es importante porque, hoy en día, el 60 % de los bancos europeos no valoran adecuadamente los riesgos climáticos. Es necesario que los integren en sus valoraciones, añadiendo los costes y beneficios, directos e indirectos, de los activos verdes y fósiles.
Los reguladores son fundamentales para crear las condiciones que impulsen la transición verde. Su desafío se centra en generar estrategias y taxonomías, establecer instrumentos adecuados para reducir los riesgos, crear un ecosistema de financiación de proyectos verdes y establecer una trayectoria comercial que active los efectos del aprendizaje. El despliegue de instrumentos como subvenciones, créditos fiscales y garantías de ingresos, puede ahorrar 40 billones de dólares. Las garantías de riesgo político serán fundamentales para que los proyectos verdes sean financiables en muchos países en desarrollo.
Las instituciones financieras de desarrollo (IFD) deberían fomentar la refinanciación para aprovechar el aprendizaje financiero y profundizar en el análisis de las herramientas de reducción de riesgos de los proyectos verdes que faciliten la participación de grandes inversores. Asimismo, es el momento de que las organizaciones internacionales construyan un nuevo orden energético mundial, estableciendo lazos diplomáticos y reglas para facilitar un comercio global verde.