La pandemia de la COVID-19 ha replanteado el alcance del liderazgo empresarial. Los grandes desafíos que se presentan en el horizonte parten de la necesidad de recobrar la confianza en diferentes dimensiones sociales. En esta edición de Deloitte Insights Magazine hemos recopilado ideas, investigaciones innovadoras y visiones especializadas de los principales temas que marcarán las agendas de los tomadores de decisiones en el mediano plazo.
Nunca antes los factores intangibles habían tenido tanta relevancia en el éxito y la sostenibilidad de los negocios, por lo cual, para prosperar, es necesaria una visión holística que haga una revisión a las principales amenazas y oportunidades que enfrentan las organizaciones.
En esta edición, encontraremos la visión de diferentes expertos, entre las que se encuentra la de nuestro CEO Global, Punit Renjen, que pone el acento en qué acciones deben emprender los líderes para cimentar y reconstruir la confianza en sus organizaciones.
Una hoja de ruta que invita a reflexionar sobre la sostenibilidad como un punto fundamental del progreso, la tecnología como piedra angular de la competitividad, los desafíos climáticos, que son más tangibles que nunca, el nuevo rol del CEO y la incertidumbre mundial que seguirá siendo un punto en la agenda.
Para entender la dimensión del impacto de la pandemia sobre el comportamiento del consumidor y la estructura misma de los mercados, basta con revisar algunas cifras. Desde Deloitte Insights hemos destacado algunas tendencias que, llevadas a datos, demuestran que las consecuencias de la gran disrupción generada por la COVID-19 serán permanentes.
Una muestra de lo anterior es la aceleración y adopción de las transacciones sin contacto, que en el caso de Asia Pacífico han mostrado un desarrollo sin precedentes, claramente suscitado por la pandemia.
Se espera que a 2025 el consumo de bienes y servicios online por parte de los hogares alcance los 3.000 millones de dólares, un 20% más de lo esperado si la pandemia no hubiera sucedido.
Y si bien las familias de Asia Pacífico ahora compran más online, los consumidores se decantan más por los alimentos frescos y adquiridos directamente del productor. Así lo recoge un estudio de Deloitte Insights que observó como durante la pandemia los clientes más jóvenes en Estados Unidos contactaron con agricultores de sus zonas para comprar sus productos aunque tuvieran que pagar un poco más.
Este segmento de consumo, ya supone el 40% de la base total de consumidores de ese país.
Y si las tendencias de consumo denotan cambios, las de privacidad no se quedan atrás. Pues los datos de una encuesta realizada por Deloitte mostraron que las personas están más dispuestas a compartir datos sobre su salud después de la pandemia. Esto supone un reto enorme para las administraciones y las empresas de ese sector. Aquí la confianza cobra una importancia fundamental.
La tecnología completa este repaso por los cambios que se quedarán después de la pandemia. La implementación de modelos de movilidad inteligente, que introduzcan el factor de seguridad como una pieza clave, toman fuerza en las grandes ciudades y estarán basados en la forma en la actualmente se realizan las entregas de pedidos. Esto parece muy lejano, pero será parte del futuro.
Los desafíos para los líderes no terminarán con la vacuna contra la COVID-19. El siguiente paso será renovar y reconstruir la confianza dentro y fuera de las organizaciones.
La confianza no es una fuerza estática ni inmutable, en sí misma no tiene un valor intrínseco, pero cuando se invierte con inteligencia en las personas adecuadas, puede tener un efecto en la sociedad y en las organizaciones.
No obstante, la ausencia de confianza también pasa factura y genera riesgos significativos para las organizaciones, la reputación y el bienestar de los empleados.
Para lograr escenarios de confianza, es necesario que los líderes sean capaces de ser transparentes, capaces de cumplir sus promesas y tener un gran sentido humano, al demostrar que tienen un cuidado especial por las experiencias de las personas a su cargo.
La compleja tarea de reconstruir y recuperar la economía mundial requiere de un compromiso renovado de la confianza entre personas e instituciones, solo así podrán relacionarse de manera eficaz para afrontar los nuevos retos con madurez.
En medio de un escenario de creciente incertidumbre, la figura del CEO toma una especial relevancia. No solo porque debe ser la persona más preparada de la compañía, sino también porque debe desarrollar unas competencias emocionales que abarquen diferentes ámbitos y niveles dentro de la empresa.
Tomar decisiones delicadas o críticas en condiciones de extrema volatilidad pone en evidencia una pugna interna: lo intelectual en contra de lo emocional, lo que en términos empresariales va más centrado en lo financiero o sostenible sobre lo intangible y personal.
La fortaleza emocional es el arte de examinar los propios pensamientos y emociones que rodean una decisión para considerarlos como entradas al proceso de toma de decisiones. De allí se extrae el concepto de metacognición, que no es más que ser muy consciente de los pensamientos, intuiciones y sentimientos que surgen cuando uno se enfrenta un desafío.
El valor del CEO con un grado alto de fortaleza emocional radica en que es capaz de mantener las emociones a distancia para examinarlas a fondo, lo que puede darle un espacio para generar ideas adecuadas antes de pasar a la acción.
La fortaleza emocional implica utilizar la comprensión obtenida de esta conciencia para dar forma más eficazmente a la situación en cuestión. Incluso, algunos CEO han decidido subcontratar ciertos procesos de este tipo.
Los informes y entrevistas realizados por Deloitte arrojan luz sobre algunos pasos que los CEO pueden recorrer para desarrollar fortaleza emocional:
En épocas de crisis económica, la inclinación natural de muchas empresas es contraerse, frenar la innovación y hacer una pausa en las iniciativas importantes, y esperar a que termine la tormenta para volver a la normalidad.
Aún así, un escenario como el generado por la pandemia de la COVID-19 presenta una oportunidad para pensar, reinventarse y prepararse. Según nuestro informe "2020 Global Technology Leadership", las empresas que posicionan avances tecnológicos en el centro de sus planes de negocio muestran más resiliencia a la hora de enfrentarse a disrupciones en el mercado e inestabilidad económica.
Las tecnologías vanguardistas tienen un enfoque único y se nutren de la innovación para expandirse a nuevos mercados, en vez de centrarse en la reducción de costes. Con la implementación de estos modelos, la experiencia del cliente se ve afectada positivamente, a tal punto que los consumidores se convierten en parte activa del proceso de mejora de los productos y servicios.
Las funciones tecnológicas vanguardistas tienen más probabilidades de ser extremadamente efectivas a la hora de generar experiencias y mejorar la relación entre cliente y empresa. Los líderes tecnológicos no pueden impulsar el rendimiento en el vacío, es por eso que, para ejecutar una agenda de crecimiento, normalmente se necesita el apoyo de todo el equipo.
Nos encontramos en un mundo que se mueve rápidamente, de forma sorprendente e imprevista y es por eso que los líderes empresariales deben aprender a adaptarse. Las empresas preparadas para prosperar en un mundo de gran incertidumbre deben estar organizadas para facilitar la creación rápida de nuevos productos, servicios y experiencias.
Este tipo de empresas se caracterizan porque trabajan en equipos altamente integrados y siempre enfocados al cliente. En mercados inciertos y volátiles, las empresas emprendedoras y ágiles pueden enfrentarse a los gigantes corporativos y reorganizar las industrias. Ahí está la oportunidad de crecimiento, ser líder en un mundo retador, manteniendo un enfoque en la usabilidad y la experiencia del cliente.
Algunos de los cambios de mentalidad clave para los líderes empresariales son: crear valor, significado e impacto, siempre yendo más allá de la reducción de costes, y con la eficiencia como el objetivo principal.
Es por eso que reconsiderar el cómo trabajamos y qué debería de incluir ese trabajo es crucial en el camino para rediseñar cada labor, esta pandemia ha acelerado la necesidad de llevar a cabo dicho proceso.
El cambio climático es unos de los principales problemas a los que se enfrenta el mundo. Las empresas no pueden obviar este fenómeno y deben tomar una posición más activa para afrontarlo y revertirlo.
De no hacerlo, el calentamiento global desenfrenado podría poner en peligro el capital social y natural de las empresas.
Los riesgos climáticos, asociados a la sostenibilidad, dominaron la reunión del Foro Económico Mundial en 2020, ejemplo de ello fue el compromiso conjunto por plantar 1 billón de árboles para luchar contra las emisiones de CO2, y la lista de acciones crece a diario.
No obstante, en un escenarioconvulso y de grandes cambios, como el que ha generado la pandemia, es necesario replantearse la hoja de ruta de actuación contra el cambio climático. Las viejas estrategias se desvirtúan y es necesario pasar de un modelo solo centrado en lo que puede hacer una empresa a un conjunto de iniciativas que convoquen a toda una cadena de valor.
Evitar niveles preocupantes de calentamiento global requiere una acción colectiva a gran escala. Para lograr los impactos más ambiciosos probablemente se necesita la movilización de una serie de actores dentro de las grandes cadenas de valor, atravesando los límites de la industria tradicional e incluyendo gobiernos, organizaciones sin ánimo de lucro y el mundo académico.
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